lunes, 23 de mayo de 2011

CRÓNICA DE UNA CONTRAMARCHA ANUNCIADA

En el día de ayer, hice un evento por este medio para realizar una contramarcha a la marcha en contra del matrimonio gay, o como estaba anunciada en los folletos, "marcha a favor de la familia" (?). Llegamos (junto a Nico) al punto de encuentro a las 8 y el panorama no nos hizo dudar sobre la razón de la inasistencia de los invitados: invasivo merchandising naranja (remeras naranjas, globos grandes naranjas, globos finitos naranjas, cintas naranjas, pequeños niños disfrazados de naranja) y valga la redundancia, con la sutileza de evitar ser confundidos por el Rojo Claro, Azul Personal, ni mucho menos con la similar identidad cromática del PRO amarillo; los tapados de pieles y las chombas escolares con escudos acompañaron al naranja en la moda del martes 13 de julio. Pero más allá de este espectáculo petrificante, nos sumergimos en este maremoto de agua bendita. Me detengo a estrechar manos con la gente: "Hola buenas noches, yo soy gay" y sus caras de transformaban inmediatamente como si hubieran visto en mí un demonio camuflado, y se alejan evitando todo tipo de debate. Hubo uno que otro que dijo "yo estoy a favor de la homosexualidad, pero no a favor del quiebre del sacramento del matrimonio" como si la intención de todo esto fuera lanzar un NUEVO TESTAMENTO versión 2.0 Deluxe con un nuevo jesús gay heterofóbico que privaría a las personas vincularse con el sexo opuesto! Seguimos avanzando, y me encuentro con tres chicos de no más de 15 años, anaranjados, a los cuales les digo "Hola chicos, ustedes están en contra del matrimonio gay?" y me dan un "si" acompañado de hombros, les digo "yo soy gay... todo esto que ven aca (señalando a la gente) es un espectáculo, chicos... esa remera, es un negocio... lo que siempre va a importar es lo que reflexionen ustedes mismos, y no el colectivero financiado que los trajo acá... no se olviden, somos todos iguales" y ellos con una sonrisa me despidieron, haciéndome entender que del espectáculo de cartelera, no eran más que extras. Continuamos nuestro paso, el cual se volvía cada vez más pesado con el discurso retórico/fanatico/religioso/extremista/delirante que me irritó los oídos más que los 6 meses trabajando en Teleperformance. En un despiste telefónico, encuentro a Nico conversando con un chico que entregaba folletos informativos con el cual debatía el contenido de estos folletos. Cuando me acerco, se entra en un debate entre la naturaleza "escrita" del hombre y la mujer, y el amor entre todas las personas, la igualdad de género, la adopción, y hasta que llega el momento en que un hombre silencia la discusión con un abrupto y descostillante calificativo llamado: SODOMIA, el cual puso bastante gente a nuestro favor y tornó mucho más interesante el debate. En cuanto su criterio empieza a perder fuerza, el tono de la voz aumenta y gritos de fondo piden nuestra retirada, y grita: "porque si un chico es criado por dos homosexuales, despues va a ir al colegio y le dará verguenza decir quienes son sus padres", a lo cual respondo: "hay estudios realizados sobre hijos de parejas homosexuales que no muestran signo alguno de trauma psicológico relacionado a la sexualidad de sus padres!!" y fue así que se retiraron lanzando insultos y nosotros gloriosos, nos emprendimos en salir sanos y salvos de ahí. Con el himno de fondo, cruzo a un cura y como frutilla a la torta estrecho su mano y le digo "gracias por estructurar la sexualidad de todos los argentinos", frase que tantas veces repetí por dentro y finalmente pude arrojar a la consciencia de la sotana. Adrenalina corría por nuestras venas mientras nos alejábamos de la masa naranja. Fue un objetivo cumplido, una prueba clara de que la instrucción del miedo y el prejuicio al desconocimiento puede transformarnos en seres sin razón.

amarillo



TENGAMOS UNA PRIMA DADAÍSTA

DIRÁN QUE HUBO UNA VEZ UNA TATARABUELA ANARQUISTA

UN CIRCO DE MARIPOSAS NIHILISTAS

UNA HERMANA VEGETAL

TAMBIÉN HUBIERON PASTAS DE DIENTES FÓSILES

MUJERES CONTEMPORÁNEAS, MULTIPLICADORAS DE RÉPLICAS.

FETICHISTAS LANGUIDECIENDO POR UNA BOTITA

PERO LAS BALLENAS VIBRAN KILOMETROS

DE TIERRA, QUE ES AGUA Y, TAMBIÉN, SOL.

DE LAS ENTRAÑAS DEL CUADRADO MICROCENTRO

EN SUS PESTAÑAS, TE LLAMO: "COSMOS".

DE TUS OJEADOS REOJOS

SALDRÁN LAGRIMAS DE SAL.




TRAMANDO MANTRAS

La marioneta empieza a girar. Los ojos se achinan, pómulos que avistan la llegada de una sonrisa lagrimal. Es una lluvia de sonidos en la sonda boreal de estos bosques tupidos, inflamados de lluvia. Recuerdo de hormigueo entre los labios, vibrante. Se abren los cielos de tanto mar. Se levantan las olas de tantos soplidos de transparente gas. ¿El cielo refleja el mar, o el mar refleja al cielo? El cálculo matemático del color del espacio tira a un marroncito extraño. Pronto será tendencia y será “caoba chic”. Seguiré creyendo que el polvo de estrellas en su inmensidad ilumina hasta la nada misma, o el todo infinito.

Ilusionamos vida de amor, de placer y comodidad, sin imaginar lo que primero veremos en la calle, algo que luego visualizaremos en la vereda, hasta que entre por nuestra ventana. Una enredadera llena de naturaleza salvaje, o, una manada de pueblos rabiosos, ¿qué tan diferentes pueden ser sus fuerzas de revolución?; ambas se cocinan con la misma receta, se activan con el calor, sus cuerpos se humedecen con el agua. Sin embargo, ambas, enfermas por el mismo parásito que delimita su expansión, se congelan en el tiempo. Todo se vuelve predecible en este inmortal juego de cartas. Las palabras vuelan entre neuronas viviendo más que los seres que las piensan. La ruptura nos seduce con un paraíso sin miedos y desesperanzas. Nuestros brazos se estiran para abrazar un devenir fantástico, agotados de los mismos condimentos; materia siempre hambrienta de más materia. Huesos que no quieren más osteoporosis.

Depredadores innatos. Un comportamiento que de costumbre se hace cultura. Quiero al instinto de mi apéndice olvidado; ese semillero que nos recuerda que alguna vez fuimos fructíferos. Este no es el fin, y donde siempre gana la casa vendrá un abrazo de candentes aguas elevadas por tectónicas que con el crujir de una falange, rompen la mano de la masa idiota. Pero no temáis, luz, que la tierra nada en mareas sonrientes, calmas. No hay reloj que marque esos tiempos, pero si hay una fecha de vencimiento vigente y esa es la del fin de los dogmas articulados a este lenguaje arbitrario y universal, que tilda de locos a quienes desarrollan nuevos signos de percepción. Pero ya te he dicho luz, no temáis, porque todas las respuestas están en tí, en ese reloj que poco consultás. Venas campaneantes gritaran por vos, ahí vienes tú, regocijado de energía, para decirle a tus ojos “mis piernas llegarán a nuevas tierras”.

Debo admitir que no imagino una pradera llena de pinos extranjeros en acantilados sudamericanos, golpeados por el fuerte pacífico. No imagino un citytour por piedras volcánicas petrificadas de Sol. No imagino adicción metropolitana ni muchos menos a su cuenta gotas de humanos. No imagino mis ojos emblanquecidos, saturados de luz artificial.

Lo que imagino se parece más a un Re sostenido. Una caja acústica terrenal en las telarañas de una caverna. Un diente de león, decidido a suicidarse en las cataratas. Imagino lo más parecido a mis neuronas cocidas a punto caramelo; un devenir sin necesidad de convenir. Un refugio en las raíces de un baobab, desde donde contemplaré a mis arrugas escribir los versos menos pensados.

FRONTERAS EN LA MENTE

Embadurnados en esta cólera cósmica de deseos ultrajados por la mismísima servidumbre del triangulo angular. Calladas barbaries gritan sangre, tocan la puerta con rojo, dilatan: “¡llave, que de materia soy!”, cual perro frustrado salto desde las barreras edilicias, me subo a cúspides imaginarias en las azoteas del convenir, no hay salida de todos estos pozos petroleros. Cadáver vegetal, automatizando válvulas. Despierta esta chatarra que sin más asco volverá a incendiar tu petrificación subterránea. De las 20 quedaron 40, y esas se hicieron 1.000 para ser 0. Nubes desastrosas se llenan de ríos gaseosos, molestos con el viento; saturan los cielos. Un tipeo que hace sonar con mis dedos la melodía del espantapájaros. Un cuchillo sin filo, cual elefante sin marfil. Es la estela de un mundo a años luz de aquí. Un engranaje seco, carroñero, se enciende, dispara al humano más allá. No hay cobijas que acobijen esta inmensidad de signos y símbolos cuyas letras nerviosas lalalan la percepción.

Néctar de los dioses, te imploró, no sueltes tu flor, pídele reparo que no hay ciclo de vida aquí. El ave se monta a la brisa de deseos y busca sin cansancio. El camino es amplio, las fronteras no existen. El alma vuela de regocijo vital. Planea sin tablas pitagóricas porque es, sin. Samborobón, el pac-man terrenal, allí llegás y al centro del mar vuelas, ave, te sumerges y te haces arena.

Magnífica historia vendrá en la transformación. Ambulancias chamánicas anuncian mi alegre despedida, pero que si tan lejos no me voy, hombre. Me voy adonde no estás vos, y adonde no está nadie también, porque allí no hay yo. Al menos intentaré tener la potencia 3G para reventar este bicho electrónico, pero dadá. Quizás ya intentaron otras almas, quedando pegadas al cable de teléfono, se escucha la interferencia celestial. Se hacen rayo en las tormentas otoñales. Aunque quizás es otra cosa lo que hacen, se hacen roedores y rodean, pájaros y pajarean, ballenas inmensas, tumbadoras de buques merqueros, blancos hasta la popa, escupideros de coca. Ten cuidado, motor, a ver si esa ola te tumba.

FOGATAS MILENARIAS

Entre mates y fuego, nos sentamos junto al viejo pastor. Este nos cuenta que ya lleva viviendo 115 años, y sigue por muchos más. Hemos reunido suficientes piñas para recibir calentitos el amanecer. Pocos aguardan con paciencia el misterio en los ojos del pastor así es que luego de acomodarse en un pajar, decide avanzar con su historia:

Existió una vez un pueblo que vivía a las laderas de un río sereno. Sus cuerpos tenían el olor de la tierra, y esta se mezclaba con los aromas de sus cultivos. Se divertían contando las estrellas en el espejo del río, escribiendo sin cesar constelaciones con sus propios dedos. Era una época en la que los cuerpos se pavoneaban entre sí, llenos de frenesí. Este legado acompañaría a la expansión de nuevas generaciones, y con ellas sus técnicas de cultivo y su herencia espiritual. Sin previo aviso, una noche a cielo abierto, un extranjero oscuro arribaba al pueblo, cargado de artillería pesada y rechinches metálicos. Así como las termitas devoran un árbol en pocos días, arrasaron hasta el último milimetro virgen de estas tierras encantadas.

Empezaría una nueva era para este pueblo. No alcanzaría a los hijos de este pueblo acumular el rencor suficiente para responder a la transgresión de sus ancestros. Guardarán el rencor y serán etiquetados de locos por la clínica extranjera. Pero por algún lado de su espíritu, en un recoveco escondido, quedará guardada la fórmula mágica. El río recobrará su calma y los pueblos volverán a cantar. Allí están todavía, hoy, a las laderas, esperando la calma de un río que de tantos vientos viejos tuvo que rebalsar numerosas veces para apaciguar el ardor. Allí esperan el día en que los bisnietos de la conquista vuelvan la vista a los pueblos y, en sinergia, canten todos juntos las notas de una nueva Sudamérica no más olvidada.

La actividad humana comenzó en América cientos de miles de años después que en otros continentes. Hasta hace varias décadas, se creía que la antigüedad del hombre en América no se remontaba más allá de veinte mil años. Posteriores estudios, elevaron esta cifra a más de cuarenta mil años. El sistema de parentesco conllevaba un nuevo régimen de relaciones entre las parejas, cuya continuidad debía asegurar la reproducción de los genes y de su fuerza de trabajo. Los estudiosos han prestado más atención a como se emplea la fuerza de trabajo que a la forma cómo se reproduce. En ese sentido, es importante la observación de Meillassoux: “La unidad doméstica es el único sistema económico y social que dirige la reproducción física de los individuos, la reproducción de los productores y la reproducción social en todas sus formas, mediante un conjunto de instituciones, y que la domina mediante la movilización ordenada de los medios de reproducción humana, vale decir de las mujeres”. El parentesco sería la ‘representación jurídica-ideológica” de las “relaciones de reproducción en la organización y gestión social”.

PENSAMIENTOS AISLADOS

Voy a optar por no pensar en vos por un tiempo indeterminado.

Los relojes estallan. Bajamos a esta nueva dimensión. Está oscuro aquí, ¿el tiempo carece de estrella madre? Preguntémosle al mar negro de estrellas. Estos multiversos, ¿sombra de una piedra gigante? Cebollas galácticas, las mil y una capas. Se observa en la profundidad pero no profundamente. Es un ojo más grande que los multiversos, también observado, si su naturaleza es captar cómo los colores refractan del rebote de luz blanca en la materia. Apunto el zoom a la pequeña molécula y cuánto más me acerco, más compleja se hace. ¿Acaso existe aquello que llamamos profundidad?

Anhelo.

Si se quiere tomar la ruta, hay que saber abrirse camino. Conocer el contenido de nuestra mochila. Procurar plenitud espiritual.

Si, reconozco consciencia en la espontaneidad. También reconozco mis ojos divagar lo que la mente intenta no gesticular. Meditando descubro músculos faciales que consideraba don manipular. Caminos nerviosos cerrados para procurar angostas expresiones. Siento como mi sonrisa queda dibujada en mi rostro aunque no esté sonriendo, en realidad. Es una sonrisa oblicua, tironeada hacía mi ojo derecho, arrastrando el perfil izquierdo, y a su pómulo, ojo izquierdo, y ojera, también. ¿Qué sentimientos se esconden en esos rígidos músculos?

Luz mañanera. El sauce en mi ventana me dice: si, rotamos.

Abro el ropero. A la derecha, una fila de trajes superfluos, camperas de crucigramas, saltamontes taciturnos, guantes de elocuencia. A la izquierda, cuelgan taparrabos silvestres, telares infinitos que me desenredan el cuerpo, giro y giro y vuelvo a girar y ahí recupero el equilibrio. El lado izquierdo me viste sin pedirme ayuda. Debajo, unos compartimientos de madera resguardan brazaletes de guindas, me las como, están ricas, pican detrás de la lengua, estiran mi sonrisa sin humor. Abro paso sumergida en el ropero. Por el fondo, enaguas negras, banderas de seda oscura se mueven por el viento, ahí, dentro del ropero, al final del lado izquierdo y derecho, donde termina la madera. Esa madera de la que estoy hecha yo, es la que cubre mi ropero. Vuelvo del fondo profundo, si me sumerjo ahí quizás no vuelvo más. Probemos introducir un brazo, quizás hay materia solida donde al menos apoyar los pies. No. Nada. Suave, igual. Dejaría el brazo aquí un rato más. Sube unos grados el amarillo del sauce. Eso es buena señal. Una buena señal que me dice que si apoyo el cuerpo sobre la base del ropero, tranquilamente, puedo estirar la cabeza dentro de las tiras danzantes de seda negra. Los oídos ahora escuchan. Es el sonido del mar en este caracol de seda. Acá se ve para todos lados. ¿Dónde está el radio de circunferencia en este escenario? Tranquila. Podés perder el equilibrio si pensas así. Los músculos de mi espalda me salvan de esa caída. Aleteando contemplo. Qué maravilla. Es bello. Realmente, bello. Bello y negro. Bello, vacío, lleno de aire. Lo contemplo un poco más. Me veo a mí, ahora ya no es real. Ahora es una compleja representación, una imaginada fantasía, ilusoria imagen de lo que podría hacer en ese lugar, quizás arribar a un planeta extraño, en un movimiento de rotación, un aterrizaje que hace volar la arena de ese paraíso extrarrestre. Pero no es así, es solo una representación. Demasiados colores, hay algo que hace brillar esto. Unas ganas tremendas, me imagino, de patear horizontes. Interpretación de la representación. Interpretante interpretado. Desde afuera se ve como una bolsa de consorcio llena de métodos. Pero el plástico no es agua. ¿Cómo lo diluimos? De la bolsa saco el método ‘anhelo’. Por acá tiene que estar el ´desvío de la mirada´. Quizás este viaje me devuelva los gestos, eso sería fantástico.

Las rodillas están cansadas de esperar esa ruta prometida. Yo se que pronto llegará el momento para patear hasta el cansancio. Para nutrir las palmas de los pies con pastos de múltiples verdes, vivos, muertos, tropicales, andinos, orientales. Los ojos se preparan para achinarse al olvidado reflejo del Sol mañanero.

Está escritura está llegando a su fin. Mis pies rebotan, me piden una dosis de viento frío y pedaleo constante. Aunque el impulso quiere más inspiración. Joder.

Las hojas se levantan amarillas, las del sauce. Dame un degrade más. Estas negando las cajoneras en la parte inferior del ropero. Las niego porque no me sirven para nada. No hay candado que impida su apertura. Sin embargo, guardadas están, por alguna razón, no sirven como raíces. Una pequeña aireada no le vendría mal. A ver que sale de ahí adentro, unos cuántos murciélagos, mosquitos, nose como acuña vida este cajón. ¿Hay algo vivo por aquí? Solo ruidos que no paran de rebotar. ¿Algún interruptor volumétrico? No, al menos no cerca mío, está oscuro por aquí también. Solo titila esa lamparita de flashbacks. Si al menos quedará fija comprendería al recuerdo que representa, pero no hay caso, titila muy rápido. Nose para que estoy guardando estas cosas. Lo dejo abierto, a ver qué pasa. Se siente el viento acariciar la seda negra y se ve a la jauría de murciélagos perderse en sus brazos negros. Los mosquitos también. Quieren morir, que locura. Imposible. Abrámoslo un poco más, que le dé un poco la luz. Es puro polvo. Se elevan algunas partículas, se las lleva el viento hacia las guirnaldas negras. Ahora ya no son pequeñas partículas, esto es una tormenta de arena aspirada hacia la nada. Ahí está. Ese cajón lo tenía encima de la mejilla izquierda. Hacemos leña con este cajón por la noche, aseguramos unos pies calentitos. Esto dará lugar a nuevos vestidos o, porque no, bufandas y medias de lana, y muchas hojas de este sauce otoñal.